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El transcender, como el viajar, son formas de no querer reconocer
lo inmanente y lo que nos conmueve. Todo ello nos lleva a recorrer, a través del
extraordinario tándem espíritu/imaginación, mundos ultraterrenales y
ultrasensibles.
La espiritualidad, junto con la imaginación, son elementos supremos
de comunicación y superadores de nuestras, más que innegables, limitaciones
corpóreas…
Posiblemente algún día seremos espíritu y... ¡nada más!
No habrá esfuerzo, ni contradicción; será pura naturalidad...
Mágica vivencia, en su plena armonía, imagen perfecta del Ser.
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Por lo que, toda creación, conlleva una acción de transcendencia y, en consecuencia, de Eternidad.
LAS MOTIVACIONES DE LA PERSONA ACERCA DE SU EXISTENCIA
Estas exaltaciones, básicamente, se podrían dividir en dos tipos
de actividades alternantes, en algunas fases, y, en otras tantas, complementarias:
- De base utilitarista o de cómo solventar nuestra subsistencia y/o bienestar.
- De base emocional, y para nada prosaica, o de cómo alcanzar cotas de superación en pos de un ideal de felicidad y perfección.
En la primera, nos serviremos de la ciencia y de la técnica. Nada
aportan al Ser.
En la segunda, nos proveeremos de una vida armónica y virtuosa
para, así, poder obtener un crecimiento personal y tratar de llegar, como
PERSONA, a la plenitud. Es decir: una vez que ya se haya obtenido un relativo
grado de organización, y de equilibrio, nos permitirá desarrollar un cierto
nivel de capacidad para la comunicación, de gozo y, como meta última, la pretendida,
y utópica, felicidad. A esta forma de creatividad, o de cómo nos expresamos y
de cómo interpretamos el mundo puramente desde la emotividad, se la llamará ARTE.
Por lo que, ARTE, es: la sagrada
actividad de la PERSONA para expresar ideas, emociones y sentimientos.
La obra de ARTE, por
definición, es atemporal; por lo que tiende hacia la perennidad. Manifestación
clara y diáfana, por parte del artista, de una más que evidente aspiración de perpetuidad:
“transciendo
a través de mi creación… y así alcanzo la Eternidad”
Este tipo de acción (exclusivamente humana), que llamaremos ARTE, deberá evocar, a partir de
principios estéticos, belleza. Desde una visión filosófica: versará en el
estudio de la esencia y percepción de la misma. Desde la pura espiritualidad se
podría definir como: huir de la “infelicidad”
de la rutina; de la realidad... escapar (transcender) de lo convencional para,
desde “el artificio”, recrear la aspirada
felicidad; objetivo último de la humanidad. Por lo que, el estado más sublime, es
la contemplación (la admiración de la obra desde lo inmaterial). O dicho de
otra forma: la contemplación induce a la
felicidad…
En el momento álgido de la contemplación el tiempo no es y todo es
infinitud
Como seres (re)creadores necesitamos, ineludiblemente, expresarnos
a través de las imperecederas representaciones subjetivistas (tantas como
PERSONAS han existido, existen y existirán) de la realidad. A partir de este
punto… ¿qué entendemos por realidad?
Una posible primera definición: Es todo aquello que, estando fuera
de mí, es existente.
Una segunda posible de definición: Es todo aquello que (yo)
percibo como existente.
¿Cuál de la dos es la correcta? Las dos y… ninguna.
Si nos atenemos a una “visión”
cosmológica, el hecho que uno (o una) exista (o no) es irrelevante, porque el escenario
solo puede ser uno. En todo lapso temporal, sólo, puede haber una única realidad
objetiva; a pesar de que se perciban infinitas (supuestas) realidades.
Al igual que, desde un principio ontológico, mi realidad
(subjetiva) es única y “verdadera”.
¿El por qué de nuestra existencia?
¡Vivir!
Somos entes únicos, e
irrepetibles, dentro de un proceso
continuo llamado Vida. Por lo que, también, somos continuadores (engendradores)
de la misma… ¡Y, a la vez, somos la propia Vida!
La Vida humana (como
cualquier otra de los grupos del reino animal) es una cadena formada por miles
de millones de eslabones que han existido, que existen y que existirán hasta un final de ciclo
indeterminado en el tiempo pero… ¡imposible de eludir!
Luego, como sujetos
biológicos, estamos destinados, consustancialmente, a perpetuarnos a través del
mantenimiento de la propia especie…
Al igual que, como seres
tribales/sociales, necesitamos replicarnos como una respuesta, inconsciente, a
un deseo inexplicable de subsistencia: “el
grupo debe permanecer”.
Y, como seres espirituales,
tendemos a abarcar la integridad. En este punto somos totalidad y, por consiguiente,
estaremos hablando de unidad.
¿Por qué?
Para poder proveer de
bienestar (felicidad) al entorno y, en definitiva, continuidad (persistencia) a
la comunidad.
Pero, ¿qué es la continuidad
(de nuestra especie); en dónde se encuentra; en qué lugar reside?
No la busquemos, porque ya
la poseemos… Así mismo, somos perpetuidad. En todo momento; constantemente, nos
estamos creando; (re)creándonos; haciéndonos presentes instituimos perennidad.
A fin de cuentas, y por
todo ello (resultado de nuestra descorazonadora y efímera presencia), nos hemos
dotado del sagrado manto de la creación… Somos creadores y, consecuentemente,
portadores de la infinitud.
¡Seamos dioses de nuestra
existencia; seamos navegantes de la Eternidad!
Santiago Peña
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