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La supuesta artificialidad de lo creado
Cualquier creación
que esté en concordancia con el entorno, evidentemente, no podrá ser
considerada una artificialidad, sino, más bien, todo lo contrario: una creación
real, y en consecuencia, natural, legítima y bella.
Efectivamente: toda
creación será bella cuando sea armónica y, además, se beneficie, a su
alrededor, todo un sublime universo de naturalezas comunes.
Un elemento supuestamente
bello pero incomunicado será un elemento incomunicado. Indudablemente, la
conjeturada belleza debería ser compartida para el deleite del resto de los
comunes. Así, todo posible elemento bello pero aislado será un objeto no
reconocido y como tal quedará. ¿Será artificial o no? ¡Jamás se sabrá!
Por ese principal motivo,
la verdadera (y reconocida) creación, bajo ningún concepto, se podrá catalogar
como un artificio.
Por tanto, ¿la sociedad actual está poblada de reptiles o de PERSONAS?
La modernidad nos ha
despojado de livianas, y angelicales, alas que, bienintencionadamente, dispuso
la primitiva humanidad. Y, a su vez, nos ha cargado con pesadas, y detestables,
escamas que nos obligan a reptar, tanto en el papel de víctimas como en el de verdugos.
Debemos abandonar la horizontalidad que nos alinea, y esclaviza, y elevarnos en
la verticalidad que nos libera e individualiza. Es preciso recuperar las
doradas alas que fueron forjadas en yunque de plata a la luz de la luna. Es
necesario renunciar a la simple unidimensionalidad y transcender, como mínimo,
en la tridimensionalidad...
Ensalzar el espíritu es
crecimiento y es elevación del ser; de la PERSONA.
No obstante, no debemos de olvidar que vivimos en la materia y que somos
materia, somos tierra y somos el horizonte desde el amanecer hasta el atardecer.
Somos el agua que empapa la tierra creadora y somos el aire que alimenta el
fuego purificador. Somos todo ello, somos materia engendrada, somos potencia
creadora, somos fuerza resultante, somos espíritu y somos la unidad encarnada
en alma infinita.
Nos elevamos cuando estamos en íntegra sintonía con el entorno
Nuestro microuniverso se
funde, se disuelve y desaparece. En ese preciso soplo, el Cosmos está en nosotros. Hemos logrado la armonía universal y por
ende la transcendencia. Nuestro yo pierde su significado porque hemos alcanzado
el infinito; disolviéndonos en la totalidad de la nada. ¡Somos, a la vez, la nada y el todo!
Fruto
de todo ello, vivimos en una “no
existencia” que nos confiere el poder del infinito eterno: desde la nada al todo en una fracción de tiempo imperceptible...
Sensaciones de
vida, sensaciones de amor,
Sol del alma, sol
de la luz,
Ilumina con
fulgor, y sin quebranto, nuestro despertar,
Flamígero, y
destellante, como el amor.
Muero pero vivo;
vivo y muero,
Dolor de vida; dolor
de amor,
Nos sentimos vivos
porque nos duele…
…¡Nos duele,
intensamente, el corazón!
No somos lagartos ni cocodrilos.
Somos
música, somos hijos del sol y somos su luz.
Santiago Peña