domingo, 20 de diciembre de 2020

SOBRE LA NOÉTICA

 

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Tesis:

 

La estaticidad de la Idea y la dinámica de la percepción.

Lo intangible es lo real y lo percibido es lo aparente.

Lo intangible es estático y lo aparente es dinámico.

Lo intangible es inmutable y lo aparente es cambiante.

 

Con estas cuatros formas venimos a decir lo mismo: los nombres son una manera artificial de imponer estabilidad al flujo (o devenir) de la realidad: «llamando a esto "río", pretendo que sea una identidad (Idea, o un Universal)» (Platón). Por todo ello:
 

Lo que cambia se hace palpable pero es una falsedad.

La inmutabilidad está oculta pero es verdadera.

 


Síntesis:

 

La percepción solo puede captar el cambio de las cosas y, por el contrario, la idea de algo (o su esencia), por ser intangible, es, siempre, la misma.

 

Definiciones:

Partiendo de este juicio, ¿Qué entendemos, entonces, por Noética?

Es un adjetivo perteneciente, o relativo, a la Noesis (o Nous). Por lo que, la Noética, es un campo de la filosofía que investiga el razonamiento (o intelecto), fundamentalmente, concerniente a la finalidad (o idea) y su comprensión. En un tipo de expresión más “corriente” sería, algo así, como la “intuición” o el “saber latente”. El insigne Georg Wilhelm Hegel (1770 – 1831), como gran representante del idealismo filosófico alemán, la definió, magistralmente, como “el saber absoluto”.

Por tanto, la Noética es una singularidad filosófica que indaga la esencia de la conciencia; utilizando para ello diversos procedimientos de discernimiento, conteniendo el “saber latente”, el sentir, el intelecto y las percepciones. En consecuencia, la Noética indaga la naturaleza más íntima del pensamiento (la cognición, la substancia o Espíritu) y cómo, ésta, a su vez, se vincula con el mundo físico.

Y, por último, para Platón, su principal divulgador y valedor, la Noesis constituye la categoría más noble de conocimiento al ser considerada una singular facultad del Alma que, efectivamente, posibilita la adquisición natural de las ideas y, por consiguiente, de la auténtica realidad.

 

 
Conclusión:
 
Las percepciones son percepciones y nada más. Éstas pueden llegar a engañarnos; el pensamiento (puro o íntimo) jamás.
 

 

Santiago Peña

 

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domingo, 26 de julio de 2020

EL GOZO POR LA CONTEMPLACIÓN


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El Quietismo (Miguel de Molinos, teólogo español, 1628 – 1696) fue una actitud filosófica (que en tiempos, ya pretéritos, tuvo una base mística) de búsqueda de la contemplación por la neta y llana admiración. Del goce límpido, puro; etéreo. El contacto físico no se pretende ni se vislumbra. Nada material ni pecaminoso; solo el arrobo, la inocencia y el candor.

Es por ello que, el éxtasis ante cualquier tipo de belleza (tanto desde la más pura espiritualidad, así como desde los más elementales sentidos), no necesariamente nos tiene que arrojar a un deseo irrefrenable de apropiación o posesión física de nada ni de nadie.

Por ejemplo: una obra pictórica, inicialmente, se observa, se contempla y, si agrada, se admira. ¿Poseerla?...  ¿Por qué y para qué? No somos bestias salvajes, ni sedientos seres primitivos, subyugados en una permanente (e irresistible) excitación.

Sólo somos PERSONAS, espíritus extenuados, y maltrechos, ante la pertinaz solitud; figuras guerreras anhelantes de harmonía, de luminosidad y de amor hacia todo lo que nos rodea; en una declaración inquebrantable de amar. De una búsqueda irresoluble de la “otra mitad” y de la teórica perfección ante una idealizada unión. De amar, sin fisuras, a toda la humanidad. De una humanidad huérfana de unidad, de luz y de amor.

Gracias a este cardinal impulso (una gran mayoría) nos sentimos atraídos por la Belleza. Por ser, ésta, testigo último de su primigenia luz; de un remanso inmaculado, e infinito, de quietud, de permanente éxtasis y, por ende, de perennidad.
 

El proceso último de la quietud es la culminación de lo eterno


El Sabio, como prueba de lo vivido, transita, sin pretenderlo, en paz consigo mismo y con todos los demás. Vive en la Luz, por la Luz y para la Luz. Por lo que, la sabiduría, no dispone ni de aristas ni de atajos. El Sabio (participante) solo puede vivir en la Verdad; convertido en un adalid (o personificación) de la Bondad. Estos personajes (extraordinarios, escasos y únicos) de todo pueden gozar: desde la cuasi mística contemplación hasta la dinámica y “luchadora” acción. La ingratitud de algunos no es obstáculo para seguir cabalgando en el excelso “Unicornio Blanco”, sin descanso y sin desmayo. Todo por el bien de todos y nada para él. ¿La recompensa? la absoluta paz: en la vida presente y en la Eternidad.

En consecuencia, la trágica, y acelerada, regresión de la presente humanidad, es un palpable testimonio del abandono (poco más o menos) irreversible de la (verdadera) Belleza: la que desprende Luz, una Luz celestial. Perfección del infinito; más allá de la mismísima Eternidad.


Santiago Peña


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domingo, 7 de junio de 2020

DEMIURGIA Y AUTOEXISTENCIA


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Partiendo de un comienzo que aún no procede, el Demiurgo -como concepto- es el impulso creador. Es pura abstracción de algo que no existe pero que, a su vez, es la preexistencia. Nada existe antes que él. Ni el propio Universo. Pero, en sí, es la autoconsciencia única e inmanente. No es Dios, ni lo pretende; precede al propio Dios y, por ende, es anterior a la propia creación. Es el propio caos, es el caldo primigenio y es el puro pensamiento tomando consciencia de sí mismo.
 
Por lo que el Tao (chino), el Nun (egipcio) y el Brahman (hinduista), son -los tres- el mismo concepto demiúrgico que se ha ido desarrollando, a lo largo de más 7.000 años de existencia de la humanidad, en tres diferentes épocas históricas y zonas geográficas. Y, a pesar de todo ello, y por tanto, son una misma, y única, realidad cosmogónica.

La Dualidad como desdoblamiento de la Unidad

Por ejemplo, en el Taoísmo chino (como unidad absoluta) se emplean las voces yin y yang para revelar la dualidad de todo lo existente. Al igual que en el desaparecido Gnosticismo (cristianismo primitivo): el bien frente al mal, el hombre y la mujer, el Ser Supremo frente al Demiurgo, el espíritu (y el alma) y, su anverso, el cuerpo. El mundo de las ideas (como pensamiento perfecto) frente a la materia (como una manifestación de la imperfección). Pero, el entorno es uno. Lo mismo que la imagen y su reflejo: visión dual de una misma realidad.


Santiago Peña


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