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¿Qué entendemos por Tiempo?
¿Una ilusión?... ¿Para diversos tipos de
dimensiones, diferentes modelos matemáticos?... ¿Nuestras matemáticas sólo son
posibles en la (convencionalmente llamada) Escala
Media del Universo observado, dando –siempre- por
sentado que nos encontremos emplazados en este nivel o gradación?
En consecuencia: La percepción de nuestros
sentidos, por un lado, y (a pesar) de un riguroso análisis matemático, por el
otro, se ha constado como, sin ningún tipo de ambages, las dos nos engañan.
¿Qué otras posibles salidas nos quedan? La innata Curiosidad, la inconmensurable Imaginación
(a modo de gérmenes motivadores) y la anhelada Creatividad, como caminos alternativos para poder entender la Realidad.
En definitiva: el Tiempo nos confunde; nos engaña, distorsionando irreversiblemente
la Realidad que creemos captar (vivir).
¿Por qué es
así?
El Tiempo,
tal como lo aprendimos, es la llamada (académicamente) cuarta dimensión; se le
define como escalar, irreversible y, nos atreveríamos a expresar, constante.
¿Por qué no puede haber un “Tiempo Absoluto” -Kant así lo entendió-
o, lo que Einstein llamaba, la “Dimensión Real”? Pues… ¡seamos
observadores trascendentes!
A partir de aquí, diremos: el concepto Movimiento (Espacio) siempre tendrá sentido si existe el Tiempo. En caso contrario ¿qué pasaría? Nada y todo. Por ejemplo,
la Vida sería inconcebible. ¿Habría
que contemplar otros modos de sucesos dentro del escenario cósmico?
Por
consiguiente (y partiendo que el Tiempo, como magnitud física, sí que
existe) ¿qué es la Vida? uno
más de los múltiples procesos dentro del llamado Universo conocido. Es decir: ¿cómo
entendemos el Tiempo? como Vida.
Por lo que la muerte de un ser vivo no es el fin,
si no el cambio; el paso a otro tipo de expresión. Somos entes en transición
ocupando múltiples etapas; consecuentemente “Eternos”.
“Nuestras”
Vidas no son nuestras; no nos
pertenecen. Somos simples transmisores de, este extraordinario proceso llamado,
Vida. Cuando nacemos –puro cambio de
un plano a otro- ya estamos, sincrónicamente, predestinados en el llamado
devenir existencial.
¿Qué es únicamente (y en parte) nuestro? La
conciencia de lo que somos. No sabemos a dónde vamos, ni de dónde venimos… ¡Pero,
lo que sí tenemos meridianamente claro –no todos- es que, sí sabemos quiénes
somos!
¿Qué son (y fueron) nuestros padres? dadores de Vida ¿Qué somos para nuestros hijos?
transmisores de Vida. ¿Qué son (y serán)
nuestros hijos? futuros continuadores de Vida.
Por consiguiente: somos nuestros padres y
somos nuestros hijos.
¿El Espacio
y el Tiempo son dos conceptos
inventados por el género humano, o es un conjunto dimensional que trasciende a nuestra
propia existencia?
La PERSONA
construye su propio Tiempo: El Tiempo es mental.
Premisa primera (y fundamentadora de toda la
reflexión): El Tiempo Cosmológico no es el Tiempo de la Humanidad.
Si el pensamiento del hombre es infinito, la idea
(o concepto) de Tiempo debería de
ser infinita. Pero el límite de la biología de nuestro cuerpo nos determina, u “obliga”, a tener que medirlo. Razón por
la que dotamos al Universo (animales,
plantas, y cosas) de edad… Sentimos la ineludible necesidad de mensurarlo. Se
dice que, cuando un árbol es muy longevo, “no
tiene edad”; es inmortal… “El Tiempo no transcurre en él”. Lo Eterno no tiene Tiempo; siempre es y será.
Si consiguiéramos detener la mente -generadora del
espacio tiempo- el mismísimo Tiempo se
interrumpiría y el Espacio, evidentemente,
dejaría de ser.
Desde el Ser existen tantos Universos como entes pensantes; cada uno de nosotros creamos
nuestro propio Universo. Universos interactivos, como
interactivos son sus creadores. Existe un solo Universo, resultado de la integración de miles de millones de Universos coincidentes…
Segunda premisa: El Espacio es infinito
Tercera premisa: El Tiempo es infinito
Y se les denomina
términos, o conceptos, singulares, porque son dos representaciones de
una misma Realidad:
- Espacio, es el tiempo transcurrido por un objeto en
desplazarse entre dos (o más) puntos cualesquiera.
- Tiempo, es el espacio recorrido por un objeto en desplazarse
entre dos (o más) puntos cualesquiera.
Expongamos la definición, por excelencia, de Tiempo (DRAE): “Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos,
estableciendo un pasado, un presente y un futuro”.
¡Bien!… ¿de todo ello qué podemos deducir?
Desde el albor de la humanidad, las
nacientes sociedades agrícolas, siguieron, escrupulosamente (religiosamente),
el encadenamiento del día (una jornada) con la noche (el descanso). Al acontecimiento diurno (y alterno), de trabajar desde el
amanecer hasta el anochecer, se la llamó jornada (laboral).
Por lo que, inicialmente (el llamado hombre arcaico),
adoptó dos magnitudes complementarias de carácter cósmico: el ciclo (calendario)
lunar (relacionado con la tierra y la feminidad) y el ciclo (calendario) solar (relacionado
con el cielo y la masculinidad) que, como es obvio, se irán repitiendo sin
límite de continuidad.
¡Esa es la única, e indiscutible, Verdad!
La Humanos
(como, teóricos, máximos representantes de la Vida), y el resto de los seres vivos (aquí en la Tierra), tenemos
un principio y un fin: por lo tanto, formamos parte del Tiempo… y somos creadores de nuestro propio Tiempo.
El Tiempo
aliado de la mortalidad. Prueba de todo ello es la
sacralización cíclica del Tiempo. El
“Mito
del Eterno Retorno” es una constante en nuestro devenir histórico.
Siempre estamos naciendo,… siempre estamos muriendo,… cuan Ave Fénix,… de nuevo,…
una vez más:
Ayer me acosté y era uno; hoy soy otro ¿y mañana?...
¡no lo sé!
Santiago Peña
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