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El llamado tiempo únicamente existe dentro del Universo
“creado”. En el presente el tiempo no tiene ningún sentido, porque siempre
estamos en él. Lo que piense, diga y/o haga, siempre será el presente. Solo
existe el aquí y ahora. En el pasado habremos dejado de existir y en el futuro
no habremos empezado a estar. Por consiguiente: nada existe fuera del presente.
La inmortalidad es una constante en el género
humano y clave de nuestra evolución: progresamos porque negamos nuestra
mortalidad y por ende nos proyectamos hacia la Eternidad.
El Ser, solamente, puede manifestarse por sí mismo.
Nada hay fuera del Ser. Por lo que no hay otro conocimiento que el conocimiento
del Ser. Pero, a la vez, toda Alma en movimiento se halla dentro del Ser.
Porque Alma (ánima) es movimiento; un fluir. La forma propia de la Vida es el
movimiento. Si no hubiese movimiento el proceso de la Vida sería insostenible.
En tanto en cuanto, la Vida es fruto del movimiento, la Vida es Eterna como Eterno
es el movimiento.
Desde la destrucción (“transformación”) brota
una nueva forma a partir de la anterior. Por lo tanto: “Nada desaparece; todo se
transforma”.
Negando nuestra propia desaparición nos aferramos a
la Vida, es decir: a una “permanente” existencia. Creamos a través de la
prolongación “artificial” de nuestro Ser. Siempre en movimiento, eternamente en
una “desesperada” lucha final.
Santiago Peña
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