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Actualmente,
gracias a la gradual y oficializada desespiritualización de la PERSONA, se ha conseguido lo que se
pretendía: acabar con la Metafísica
en su vertiente ontológica. Y de paso, esencialmente, con dos de sus principales
materias de estudio: el Espíritu y el
Alma.
En
general toda la Metafísica ha sido,
desde hace ya más de tres centurias, sistemáticamente desnaturalizada,
vilipendiada y cuasi definitivamente expulsada del pensamiento, e ideario,
occidental.
Como
Filosofía Primera, o Filosofía Natural, inquiere sobre la
misma indemostrabilidad de la propia Realidad;
sobre Dios, sobre la PERSONA y sobre el Universo, en general. Por tanto, es la Filosofía por excelencia en su búsqueda permanente de la única, e inverificable, Realidad.
El
colmo del despropósito antimetafísico (y, por extensión, de la propia Filosofía) es el confundir (por
ignorancia o por calculada desinformación; manipulando y tergiversando) estos
dos principios, o substancias, inmateriales.
De
una forma grosera, pero llana, podríamos definir el Alma como el componente base de un ser vivo y
el Espíritu como la envolvente
de ese mismo ser. Si reducimos y universalizamos, estos dos elementos
principales, en la PERSONA (fuera
aparte del soma, o cuerpo físico), tenemos el Alma como la Esencia y
el Espíritu como la Fuerza Vital (o Principio Generador) de esa misma identidad, llamada PERSONA. Por ende, no es posible
confundirlos; a no ser que sea por desconocimiento, o mala fe, del que lo
afirmara o afirmase.
Desde
la propia génesis de la humanidad, todos sus individuos se componen de Cuerpo, Alma y Espíritu. El
primero empíricamente demostrable; gracias a una aparente realidad que confirma,
y reafirma, la propia ciencia. Los otros dos elementos son intangibles,
indemostrables, e "inexistentes", para la misma, y excluyente, ciencia
contemporánea.
Prueba
de todo ello la Ciencia y la Modernidad
se dan la mano; la una realimenta a la otra, y viceversa. Por lo que, el resto
de principios metafísicos-ontológicos, quedan marcados, proscritos y expulsados
de la contemporánea experiencia humana.
Descartes,
con su tesis del hombre máquina, ha triunfado trágicamente en la actual
corrompida sociedad. Grave dolor, por mi parte, como otrora ferviente
cartesiano.
Todas
las PERSONAS somos Fuerza
Vital (Espíritu), somos Esencia
(Alma) y somos Materia Evolucionada (Cuerpo).
Si se nos "extirpa" los dos
primeros, de los tres elementos, no somos lo que deberíamos de ser. Somos otra
cosa. Somos más animales que humanos, somos más máquinas que PERSONAS y somos
más esclavos que pináculos en ascensión.
-Para nada hablaremos de
una indemostrable inmortalidad del género humano a través, exclusivamente, de
su Alma. La búsqueda de la
inmortalidad es una fiel quimera, como voluntades inquietas y deseosas de una
"existencia" estérilmente eterna-
Y
así nos vamos, sin pestañear, deslizándonos hacia el mundo de los ingenios
electromecánicos. Como cíborgs nos encaminamos y como cíborgs, si nada lo
remedia, "transcenderemos".
Máquinas cuasi perfectas; como PERSONAS,
desgraciadamente, incompletas. Este es el fin en el que nos vemos abocados...
Esclavos
pseudoinmortales; entes en penitencia
Seres sin Alma; espíritus
en letárgica condena
Porque sí a la Metafísica
En
síntesis: si nos despojamos de los perniciosos prejuicios de la occidentalidad (para
así poder profundizar en el verdadero, y sacrosanto, arcano de un mito, o de un
símbolo arcaico) advertimos la incontestable necesidad de verificar que esta
consideración entrevé una forma de consciencia de un innegable valor Cósmico
y que, efectivamente, (nos) "obliga" a colocarnos en una posición
eminentemente Metafísica, y por
consiguiente, más (auténticamente) humana, más intangible y más transcendente
en pos de una única, e incuestionable, realidad:
Solo la realidad perdura,
Solo la realidad es verdadera,
Solo la verdad es eterna.
Santiago
Peña
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