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La Verdad Absoluta es la única Verdad posible; siempre que, la misma, se circunscriba en el estricto
ámbito de lo transcendente. Es decir: la Verdad
no puede ser “certificada” por un
sujeto (ente pensante) copartícipe del hecho pretendidamente veraz. Tal
supuesto suceso es un “constructo”
que la invalida. Las PERSONAS somos
(re)creadores de mundos ficticios i/o aparentemente “verdaderos”, por lo que "nuestra"
Verdad será indubitadamente
subjetiva y marcadamente poco veraz. Los seres humanos, fruto de nuestra propia
naturaleza (instintiva, intuitiva, intelectiva y, sobre todo, sensitiva), somos
"dueños" de medias
verdades, ensoñaciones, censuras, mentiras piadosas y de perfectas falsedades. Esta
“verdad” se podría catalogar como una
“verdad” relativa, o subjetiva, y, por
ende, aparente o falsa. No tiene porque serla pero su propio origen,
posiblemente, la invalida.
En cambio, todo acontecimiento (o hecho) producido
al margen (de la palabra) de la PERSONA será
Verdad. Toda obra (de arte,
arquitectónica, literaria,…etc.) es verdadera. La Tierra gira, invariablemente,
alrededor del Sol; es un acontecimiento cósmico veraz. No hay incertidumbre y
cualquier tipo de duda (científica) no es posible. Por lo que el suceso
acaecido es una Verdad Absoluta y, efectivamente, transcendente.
Todo lo que transciende es verdadero. Todo
aquello que surge de lo más oculto, o íntimo, es la Verdad misma al ser una emanación de la propia Realidad. Y lo mismo sucede en la PERSONA, cuando algo brota desde lo más profundo de su ser. La
mismísima Filosofía es la Verdad encarnada, porque es la búsqueda
permanente del Saber. El conocimiento siempre será verdadero pues es la propia
Verdad. Cuando alcanzamos, desde
nuestro interior más profundo, a desarrollar el Ser estamos, a su vez, transcendiendo. Por lo que la interiorización y la transcendencia
son dos manifestaciones de una misma Realidad.
Todo se desdobla desde la unidad; siendo la
única, y exclusiva, Realidad
posible. El mundo es Verdad, la vida
es Verdad y todo hecho que esté
aconteciendo es Verdad. No, lo que se cuenta sobre el mismo hecho, sino el
hecho en sí mismo. Todo lo que sucede, en ese preciso momento es Verdad. Ni antes ni después. Solo el
momento es Verdad. Luego, la Verdad es Eterna. No muta; no se altera; el tiempo no pasa por ella. El Todo es Verdad. El Todo es la Unidad: solo se puede dar un Todo y, éste,
será la Unidad.
Lo que se dice, o se diga, puede ser falso; lo que se hace, o suceda, invariablemente, será
verdadero
Santiago Peña
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