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Toda PERSONA, con un marcado sentido de la Espiritualidad, es consciente que advierte “algo”, que no sabe que es, desde el mismo origen de lo que se entiende por Existencia. Existencia, de la misma Existencia. Esa Existencia que es Única y es el Todo, de lo que se conoce por Universo; que es Inmanente; por lo tanto Preexistente, Perenne y, por ende, Transcendente.
A este conjunto -¡Único!- de propiedades ontológicas, unos llamarán, a ese “algo”, Dios; otros, Ser; unos pocos, Demiurgo; muchos otros, no se pronunciarán porque se resistirán a reconocer “algo” que no entienden y, por lo tanto, lo “borrarán” de sus pensamientos más profundos. Y, por tanto, no llegarán a “creer”, a pesar de que, posiblemente, lo sigan intuyendo.
Sin embargo, desde una visión netamente espiritualista, podremos llegar a convenir que lo que entendemos por Divinidad, para algunos, otros lo percibirán como una vivencia, netamente, de Transcendencia.
Divinidad = Transcendencia
Por cierto, la música (evidentemente, no toda ella) es un extraordinario vehículo de Transcendencia. Determinados tipos, o estilos, nos pueden llegar a resultar, francamente, “excelsos”.
Santiago Peña
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