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No hay término, no hay conclusión; todo es comienzo; todo es final y en la unidad se halla la verdad. La verdad única, revelada y cardinal. La esencia de todas las verdades es solo una; el resto son falsos reflejos de la unicidad. La verdad, como luz pura, sin velos; como la confirmación del saber perfecto y eterno. Las sombras, como chispas, y rescoldos de una verdad que existirá y que existió. En consecuencia, la verdad, es el eterno presente y es la luz infinita, completa y sin igual.
Como ejemplo tenemos (en el universo) la imagen de dos “unidades”: es el mundo binario que “existe”, en una realidad aparente, fruto del desdoblamiento de la unidad: caballo y yegua, masculino y femenino, arriba y abajo, positivo y negativo, día y noche…
Por lo que, solo el uno es la verdad; el todo es la verdad; la belleza es la excelsa representación de la luz; la totalidad de la existencia en la unidad; las múltiples partes son el resultado de la descomposición… Y de la descomposición surge la belleza reconstituida de la incondicional verdad, una y perfecta.
No hay nada más bello que la misma verdad
Y así como reza el título: “en el origen (de toda la existencia) se halla la verdad absoluta”, se puede finalizar:
En el final (de toda la existencia) se halla la absoluta verdad
Santiago Peña
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