miércoles, 26 de diciembre de 2012

SOBRE LA PERMANENCIA DEL SER


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El llamado tiempo únicamente existe dentro del universo “creado”. En el presente el tiempo no tiene ningún sentido, porque siempre estamos en él.

Lo que piense, diga y/o haga, siempre será el presente. Solo existe el aquí y ahora. En el pasado habremos dejado de existir y en el futuro no habremos empezado a estar. Por consiguiente: nada existe fuera del presente.

Más allá de mi existencia, lo que haya dicho (o hecho) quedará (o no) en la memoria de los demás, a través de obras de tipo material, intelectual i/o artístico.

La inmortalidad, como la duración indefinida de algo en la memoria de las PERSONAS, es una constante en el género humano y clave de nuestra evolución: progresamos porque negamos nuestra mortalidad.

Por lo tanto: a todo signo de mantenerse en la existencia se la llamará creación.

Creamos (o nos crean) como forma de ampararnos en una supuesta inmortalidad, inmutabilidad o eternidad.

Toda presencia tiene un tiempo de permanencia que será más o menos longevo (la no desaparición definitiva) en función de nuestro grado de proyección (huella) hacia el entorno (sociedad/PERSONAS).

Como acción primordial es la descendencia o perpetuidad de la especie y/o estirpe.

Acto seguido, como fruto de nuestra razón de ser y de una necesidad incuestionable de perdurabilidad (subsistencia, como persistencia, estabilidad y conservación de las cosas), construimos y/o fabricamos para protegernos, en primera instancia, a nosotros mismos y, en segunda (y no menos importante), a nuestra prole.

Una vez cubiertas nuestras necesidades básicas (descendencia y subsistencia; el orden es lo de menos), tomamos conciencia de nuestra identidad como individuos transcendentes -limitados en lo físico pero infinitos en el pensamiento- siguiendo en la lucha por nuestra perpetuidad; nos convertimos en CREADORES en su máxima expresión.

En toda obra (arquitectónica, escultórica, pictórica,…etc.) hay una reivindicación permanente hacia nuestra PERSONA: deseo irrefrenable de perennidad.

Keops, segundo Faraón de la IVª Dinastía del Imperio Antiguo Egipcio (2579 a 2556 a. C.) y artífice de la Gran Pirámide, no se planteo (ni se cuestionó en ningún momento) en realizar esta magna obra en beneficio de su pueblo, o en homenaje a las deidades de la región, si no, más bien, en todo lo contrario: en la perpetuidad de su memoria, a través de tan singular edificio, hasta el presente más inmediato -¡Y a fe que lo consiguió!-

Al negar nuestra propia desaparición nos aferramos a la vida a través de la prolongación “artificial” de nuestro ser:

“¡No pretendo hacer sufrir!
¡No ambiciono ser amado!
¡Sólo deseo vivir!
¡Sólo recordado!”


El olvido, por parte del grupo, a una(s) determinada(s) PERSONA(S) es el peor de los castigos posibles; no hay execrable fin que la desaparición de nuestra evocación. Dejamos de existir cuando dejamos de pensar en nosotros mismos y/o por parte de nuestros congéneres. En el Antiguo Egipto la forma de hacer “desaparecer” a un personaje “incomodo” era borrar su nombre en estelas, lápidas o monumentos funerarios. Como ejemplo paradigmático: el caso de la reina-faraona Hatshepsut (1490–1468 a. C.), sus nombres y títulos, fueron borrados metódicamente de la lista de reyes y en edificios principales de su reinado y, consecuentemente, desterrada al "olvido".  

Hay una expresión popular, hoy en día, muy extendida que, viene a decir (más o menos): “no me importa que hablen para mal o para bien de mí, pero, lo que no soporto, es que no hablen”.

En resumen: no llevamos nada bien que nos ignoren, que nos olviden... Es como si hubiésemos desaparecido a ojos de los demás seres pensantes.

En consecuencia: en ningún momento permanezcamos callados, reivindiquémonos permanentemente y jamás seremos olvidados.

Vivir en el presente es vivir en la perpetuidad; crear y proyectarnos es permanecer en el infinito continuo. Seamos obra de nuestro pensamiento…

¡No vivamos en el pasado, porque ya no existe! y… ¿el futuro?


¡Seamos Presente; seamos Eternidad!


Santiago Peña


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sábado, 13 de octubre de 2012

¿POR QUÉ ALMA NO PUEDE MENTIR?


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El ALMA, por principio, no puede mentir. Es el Ser tomando forma en su prístina esencia; es principio y final de toda PERSONA. Todo Ser (en su génesis espiritual) es AMOR y el Bien encarnado. Es Luz; no hay sombras ni falsas quimeras. En el tiempo Cero todo es integridad y el Uno (la totalidad) todo lo puebla.

Metafísicamente hablando es imposible que genere la negación sobre sentencias y/o actos plausibles; no está concebida para pronunciarse en la contradicción. El ALMA, solamente, sabe expresarse a través de la música de los latidos del CORAZÓN. Y EL CORAZÓN (nuestro CORAZÓN) nos confirma Verdades incuestionables: Somos VIBRACIÓN, somos VIDA y somos AMOR:

El ALMA siente; el CORAZÓN se emociona,
El ALMA inspira; el CORAZÓN no razona,
El ALMA vibra; el CORAZÓN acciona,
Acciona impulsos de vida; vibra el ALMA cantora.

La simbiosis ALMACORAZÓN no permite la falsedad, porque son la unidad perfecta.


Santiago Peña


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sábado, 7 de julio de 2012

SOMOS CONCIENCIA ANTES QUE MATERIA


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En nuestro proceso germinal, aparentemente, procedemos de la unión de la materia pero, en el preciso momento que tomamos conciencia de nuestra presencia en el Universo adquirimos nuestra verdadera identidad, asumiendo la prístina esencia de nuestro ser.

La consciencia de cada uno de nosotros como elemento diferenciador y característico de la PERSONA. En este punto se asume el concepto de LIBERTAD y se reclama la “cuota (de LIBERTAD)” como una unidad indisoluble y diversificada del resto de la humanidad.


Santiago Peña


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viernes, 15 de junio de 2012

METAFÍSICA DE LA LUZ


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La Metafísica de la Luz (igualmente citada como Estética de la Luz o Mística de la Luz) fue un movimiento filosófico dentro de la Escuela Estética de la Baja Edad Media, que equiparaba la Luz con la Beldad Celestial. Afloró dentro de la Filosofía Escolástica –primariamente entre los siglos XIII y XIV–, que trataba sobre el estudio del Creador desde unas premisas más razonadas –para lo que se basaron principalmente en el Aristotelismo–, pero sin renunciar a la fe. Esta proposición influyó considerablemente en el Arte Gótico y, muy destacadamente, en su arquitectura.

Las nuevas construcciones, principalmente, eclesiásticas se perfilan por la definición de un espacio que pretende acercar a los creyentes, de un modo vivencial y cuasi patente, los valores religiosos y alegóricos (metafísicos) de la época. El Humanismo embrionario liberaba al hombre de las obscuras tinieblas y le atraía, inexorablemente, hacia la Luz. Este acontecimiento está íntimamente en coherencia con la generalización de las escuelas filosóficas neoplatónicas, que instituyen un vínculo entre la significación de Dios y el contexto de la Luz. Como las nuevas artes constructivas hicieron, implícitamente, superfluos los gruesos muros, en beneficio de ligeros vanos, el interior de los templos se inundó de Luz. Por lo que, la luminosidad, regirá el nuevo espacio gótico. Será una Luz palpable, no figurada en escenas pictóricas y mosaicos; Luz general y nebulosa, no aglutinada en puntos y tutelada como si de reflectores se tratase. Simultáneamente que es una Luz transmutada y teñida por razón del juego de los ventanales acristalados y los rosetones, que trasforma el lugar en imaginario y metafísico. La coloración de los elementos implicados logrará un valor decisivo en el resultado final del espacio arquitectónico en sí.

La Luz entendida como exaltación de la divinidad. Lo simbólico subyuga a los artistas del momento, la Escuela de Chartres (origen del Gótico) considera la Luz el elemento más noble de los fenómenos naturales, el elemento menos material y la aproximación más cercana a la forma pura (Dios).

El maestro de obra medieval pertrecha una estructura que le permite, por razón de un versado uso de la técnica, emplear la Luz (Luz transformada) que inmaterializa los componentes del edificio, logrando claras sensaciones de elevación e ingravidez.

La filiación de la Luz con el paradigma de lo bello trascendente tiene su origen en la antigüedad, y factiblemente coexistió en el pensamiento de numerosos artífices y místicos previa a una plasmación de la idea por escrito.

En destacables e influyentes antiguas religiones se equiparaba a la divinidad con la Luz, como son el caso de Ra y Atón (egipcios, los dos) y del Ahura Mazda iraniano. Ya la Biblia comienza con la máxima “hágase la luz” (Génesis 1:3), completando que “Dios vio que la luz era buena” (Génesis 1:4). Este “bueno” tenía en hebreo un significado más ético, pero en su traslación al griego se utilizó el vocablo kalós, (“bello”), en el sentido que asimilaba bondad y belleza.

En la esfera de la Filosofía, Platón, inició el camino sobre conceptos estéticos como eje de muchos de sus pensamientos; sobre todo en trasuntos tocantes al arte y la beldad. Como padre del Idealismo fue el inspirador de dos de las teorías sobre lo bello más preservadas a lo largo del acontecer histórico: lo bello como “armonía y proporción” y lo bello como “esplendor”. Reclamó que la beldad es soberana de su plataforma física, de igual manera que no obedece al sentido de la visión, que en muchos casos nos traiciona: la visión sensitiva es ampliamente vencida por la visión del intelecto; la que emana de la Filosofía. En otra vertiente, en el meollo del idealismo filosófico de Platón, donde los cuerpos materiales son “espejos” de una “idea” ubicada en un universo extrasensorial, la belleza será indistintamente ejemplo de esta imagen metafísica, situando la génesis de una percepción de beldad concebida de forma trascendente y no, estrictamente, sensitiva. Será este conocimiento de belleza el que descollará en la Baja Edad Media, mancomunado por la Teología Cristiana con Dios.

Las proposiciones de Platón fueron fielmente estudiadas, trabajadas y asimiladas por el neoplatonismo, uno de cuyos primordiales actores fue Plotino (filósofo griego neoplatónico, 205 a. c. - 270 a. c.), el cual aseveró “Sobre la belleza (interior), y que se halla en la existencia, no en las formas, mudándose por expresión, mirada, intensidad, algo que se oculta detrás de las formas, y que equipara como el “ALMA”. Para Plotino lo bello se origina de una forma y la presencia de una “Luz” espiritual que alumbra la obscuridad del elemento material (“alegoría del sol”, el sol como alusión de la belleza perfecta). Por este motivo el fuego es el ideal de belleza en sí mismo, porque no tiene forma, es la “idea” entre los elementos. Equiparó el “mundo de las ideas” de su “Maestro” en un “Uno”, que es como un cañón de Luz, que se origina en la tierra, engendrando la realidad según tres estadios o hipóstasis (el ser, en sus tres partes constituyentes): intelecto, alma y cuerpo. El Alma es el intermediario entre el cuerpo y el intelecto, que es el que más significa de la belleza, al situarse más cerca de la Luz. Así, lo bello no se encuentra en la forma, sino en su “resplandor”: todos los objetos, todas las formas, poseen Luz, que es donde reside la beldad. Plotino fue principal en corresponder de forma palmaria la Luz con la belleza, confirmando los fustes de la que a la postre se enunciaría como “Metafísica de Luz”.

Con posterioridad, el corpus platónico y su reinterpretación en el neoplatonismo, fueron asimilados en la obra de Pseudo-Dionisio (teólogo y místico neoplatónico bizantino; vivió entre los siglos V y VI d. C.), que implicó el trascendental nexo entre la Filosofía Antigua y la Medieval. La principal ocupación de Dionisio radica en la cristalización del pensamiento de Platón adaptándolo a los tiempos del momento: la Luz es el bien (siguiendo el modelo trinitario de Plotino), es la medida del ser y del tiempo. La invisibilidad de Dios se hace sensible para las cosas terrestres a través de la Luz, siendo la Luz inteligible –el bien– el principio trascendente de la unidad. Así, lo bello es la cooperación con la unidad. La beldad cardinal de Dionisio es la de Platón: belleza única, e inmutable, y dependiente exclusivamente del entendimiento. Por todo ello relacionó lo bello con el Creador; en el Universo sólo hay una beldad aparente: la belleza de las cosas es reflejo de la belleza divina. A la vez tomó, como propio, el conocimiento de Plotino de una beldad que es posesión de lo absoluto, sintetizando lo bello y bondad en una beldad “supraexistencial”. Del mismo modo asimiló la percepción plotiniana de emanación para aseverar que la belleza terrenal procede de la celestial. En síntesis, Dionisio enunció el significado de lo bello como “armonía y luz”. En siglos postreros (especialmente en la Baja Edad Media) su pensamiento influenció, sobremanera, en la percepción cristiana de beldad (Robert Grosseteste, San Buenaventura, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno… etc.), al igual que en las representaciones artísticas de carácter profano.


Santiago Peña


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lunes, 28 de mayo de 2012

NADA VIENE DE LA NADA


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Ex nihilo nihil fit”, es una expresión Metafísica inspirada en la Filosofía de Parménides, en la que nos viene a señalar que: “nada puede venir de la nada”.

Desde la Axiomática Alquímica diríamos: “nada surge de la nada”.

El Ser, solamente, puede manifestarse por sí mismo. Nada hay fuera del Ser. Por lo que no hay otro conocimiento que el conocimiento del Ser (Ontología).  

Toda ALMA en movimiento se halla dentro del Ser. Porque ALMA (ánima) es movimiento. La forma propia de la naturaleza es el movimiento. Si no hubiese movimiento la naturaleza no existiría. En tanto en cuanto, la naturaleza es fruto del movimiento, la naturaleza es Eterna como eterno es el movimiento.

La creación es una transformación, porque todo existe. Por ejemplo, el fuego (como elemento primordial de la naturaleza), es transformación de la materia a alta velocidad. Y todo movimiento deviene en creación; es decir: en Vida.

Desde la destrucción (“transformación”) brota una nueva forma a partir de la anterior. Por lo tanto: “Nada desaparece; todo se transforma”.

A la ausencia de movimiento se le llama muerte. El ALMA inerte (sin movimiento; sin vida) no puede ser transformada, conmovida, elevada; no puede transcender… A su modo se “transforma”; se degrada; se petrifica...

El asombro, como un ataque súbito del movimiento, delata a las ALMAS puras, jóvenes (de espíritu), curiosas, luchadoras, excelsas y transformadoras.

¡La Sabiduría no tiene límite, la PERSONA sí!


Santiago Peña


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sábado, 12 de mayo de 2012

BREVE INTRODUCCIÓN A LA COSMOLOGÍA


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“Algunos necios declaran que un Creador hizo el mundo. La doctrina  de que el mundo fue creado es equivocada y hay que rechazarla.
Si Dios creó el mundo, ¿dónde estaba Él antes de la creación?... ¿Cómo pudo haber hecho Dios el mundo sin materiales? Si dices que lo hizo primero y luego hizo el mundo te enfrentas con una regresión infinita…
Has de saber que el mundo es increado, como el mismo tiempo, sin principio ni fin…”

Mahapurana (La Gran Leyenda), Jinasena, India, siglo IX



La Cosmología es el tratado del universo, en todas sus posibles vertientes, en el que se contienen teorías sobre su génesis, su evolución, su ordenación, a gran nivel, y su futuro. En definitiva: es la parte de la astronomía que trata de las leyes generales, del origen y de la evolución del Cosmos.


“EL COSMOS ES TODO LO QUE ES O LO QUE FUE O LO QUE SERÁ ALGUNA VEZ”

Carl Sagan (1934 –1996)

Argumento

El nacimiento de la Cosmología, tal como la conocemos, surge en paralelo con el advenimiento de la Astronomía moderna. Este acontecimiento se sitúa a comienzos del siglo XVIII con la teoría de que las estrellas, que componen la Vía Láctea, se corresponden con un gobierno sideral en forma de disco, del que el propio Sol lo integra y que otros cuerpos galácticos, perceptibles únicamente con el telescopio, son sistemas de estrellas análogos a la Vía Láctea pero, extremadamente, distantes.

El estudio de universo implica ciencias, saberes o disciplinas tan aparentemente contrapuestas como: la Astronomía, el Esoterismo, la Filosofía, la Física y la Religión.


Las primeras Cosmologías

Pitágoras (580 a. C. – 495 a. C.), o la armonía de las esferas celestes; la Tierra es el centro de un universo esférico en que todos los planetas, incluidos el sol y la Luna, giran concéntricamente alrededor de la misma. La Tierra, como directora de orquesta, y el resto de los cuerpos celestes componen una perfecta sinfonía cósmica. El número natural lo rige todo.


Platón (428 a. C. – 347 a. C.), o la búsqueda del principio universal; Dios como hacedor de formas perfectas (la esfera) y de órbitas perfectas (el círculo). El axioma del círculo y, la figura de Dios, su “indiscutible” representante.


Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.), o los cuatro elementos y el éter como cohesionador de todo el universo; el movimiento, de este quinto elemento, es la curva perfecta: el círculo. Todo el universo estaba regido por estos cuatro elementos (fuego, tierra, aire y agua) y sus contrarios (caliente, seco, frío y húmedo).


Claudio Ptolomeo (c. 100 – c. 170), o la axiomática establecida; la Tierra seguirá siendo el centro del universo y, todo él, formando una esfera perfecta… con la salvedad que el resto de los planetas conocidos girarán alrededor del sol.


Nicolás Copérnico (1473 – 1543), o “El libro de las revoluciones”; de cómo la Tierra dejó de ser el centro del universo. Todos los planetas giran alrededor de un sol inmóvil; a excepción de la Luna que gira alrededor de la Tierra y, a su vez ella, girando sobre sí misma. De esta manera, tan sencilla y brillante, Copérnico demuestra el día, la noche y los ciclos lunares. El círculo sigue siendo la órbita perfecta.


Johannes Kepler (1571 -1630), o “Leyes sobre el movimiento de los planetas en su órbita alrededor del sol”; de cómo la elipse destrono al círculo. Kepler da a conocer sus dos leyes fundamentales:

1.    Los planetas giran alrededor del sol en elipses y el sol ocupa uno de sus focos.

2.  Todas estas elipses están descritas de acuerdo con la ley de las superficies, es decir que, el rayo vector que une el centro del sol con el centro del planeta barre áreas proporcionales el tiempo necesario para poder ser barridas.

Después de intensos estudios y de un periodo largo de años pudo publicar su tercera ley:

3.    Los cuadrados de las duraciones de las revoluciones siderales de los planetas alrededor del sol son proporcionales a los cubos de los semiejes mayores de sus órbitas.

Después de todo, y al final de sus días, seguirá siendo “fiel” a la “armonía del mundo” pitagórico. Sí, pero pasó de ser un reputado astrólogo a ser el padre de la Astronomía moderna.


Galileo Galilei (1564 - 1642), o el divulgador del heliocentrismo; de como un lúcido estudioso de planetas y satélites fue anatemizado por la Iglesia. Abrazó abiertamente el sistema copernicano pero no, así, las órbitas elípticas de Kepler.


René Descartes (1596 – 1650), o el relojero de Dios; de cómo el mundo seguía siendo finito. El vacío no es posible. Para Descartes una única substancia conforma el universo: la extensión. Y la infinitud es un atributo solamente otorgable al gran geómetra de la creación: Dios.
      

Isaac Newton (1642 - 1727), o como la fuerza de la atracción nos ocasiona malas pasadas; ¡gracias a la gravedad terrestre, la  manzana, sí que cayó del árbol! He aquí la fórmula, llamada “ley de la Gravitación Universal”:

“La fuerza de atracción entre dos masas cualesquiera varían proporcionalmente a las masas e inversamente proporcional al cuadrado de su distancia”.

En definitiva, Newton será considerado el padre de la mecánica clásica; había confirmado las tres leyes de Kepler, inventado el instrumento de cálculo necesario para poder, de esta manera, diseccionar el universo en minúsculas partículas y conocer sus leyes y, a la vez, asociar todas sus partes para conocer las propiedades del todo.


William Herschel (1738 -1822), o como un músico, que pasaba por allí, se encontró con Urano (1781); el sol ya no ocupaba el centro del universo y las galaxias estaban un poco más allá. Este prolífico astrónomo describió la Vía Láctea (nuestra galaxia) y enumeró miles de nebulosas más… El universo se hacía un “poco más grande”...

 
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Cosmología física

Se concibe por Cosmología Física, la tesis del nacimiento, evolución y el destino del universo, esgrimiendo los modelos terráqueos de la Física. La Cosmología Física se desenvolvió, como ciencia, durante la primera mitad del siglo XX y como derivación de hechos, tan destacables, como los siguientes:
  • Entre 1915 y 1916, Einstein enuncia la Teoría General de la Relatividad.
  • Entre 1916 y 1917, el astrónomo Willem de Sitter expone un modelo estático de universo vacío de materia con la constante cosmológica, por lo que, los objetos siderales alejados, tienden a presentar, en sus líneas espectrales, corrimientos hacia el rojo.
  • Entre 1920 y 1921, se establece una gran disputa ente los astrónomos Harlow Shapley y Heber Curtis que instituyó la naturaleza extra galáctica de las nebulosas espirales cuando se creía que la Vía Láctea formaba todo el universo conocido.
  • Entre 1922 y 1924, el físico Alexander Friedmann demuestra mediante ecuaciones matemáticas, respecto a la relatividad de Einstein, que el universo se encuentra a una constante expansión. Por lo que se llega a la conclusión de que el universo es infinito.
  • En 1929, el astrónomo Edwin Hubble establece una relación directa entre la distancia y el corrimiento hacia el rojo de las nebulosas espirales. Esta relación se conoce como Ley de Hubble.
  • En 1930, el astrónomo Georges É. Lemaître traza su teoría del átomo original donde insinuaba que el universo había surgido de un solo cuanto de energía.
  • En 1931, el astrónomo Milton Humason, discípulo de Hubble, dio la explicación de los corrimientos hacia el rojo como efecto Doppler debido a la velocidad de separación de las galaxias espirales.
  • En 1933, el astrónomo F. Zwicky divulgó un trabajo de la distribución de las nebulosas proponiendo que estaban indisolublemente enlazadas por su recíproca atracción gravitacional. Zwicky indicó, no obstante, que no era suficiente la cantidad de masa ciertamente observada en la forma de las galaxias para dar cuenta de la intensidad necesaria del flujo gravitatorio. Se implantaba, así, el problema de la materia oscura.
  • En 1948, Fred Hoyle, Herman Bondi y Thomas Gold formulan el modelo de estado estacionario, o “creación continua de la materia”, en el que el universo no solo tiene igual aspecto a un gran nivel de gradación, observado desde cualquier parte, sino que lo tiene visto en cualquier tiempo.
  • En 1948, Ralph A. y Alpher George Gamow divulgan un trabajo donde analizan las síntesis de los elementos químicos ligeros en el “reactor nuclear”, que fue el universo originario, acreditada como nucleosíntesis fundamental. En el mismo período Robert Herman, y el mismo Alpher, optimizan los cálculos y hacen el primer pronóstico de la presencia de la radiación de fondo de microondas.
  • En 1965, Bob Wilson y Arno Penzias, de los Bell Telephone Laboratories, revelan la señal de radio que fue prontamente explicada como la radiación de fondo de microondas; lo que presuponía una observación decisiva y, así, convirtiendo al modelo del Big Bang (o de la Gran Explosión) en la referencia física patrón para representar el firmamento. A lo largo del siglo XX se materializó el afianzamiento de este modelo y se aglutinaron las certezas observacionales que constituyen los sucesivos hechos al margen de cualquier incertidumbre razonable:
    • El universo está en expansión, desde la explicación que el trayecto entre cualquier par de galaxias distantes se está acrecentando con el tiempo.
    • La dinámica de la expansión está, con un muy estimativo acierto, explicada por la Teoría General de la Relatividad de Einstein.
    • El universo se expande a partir de un estado originario de alta densidad y temperatura, donde se constituyeron los elementos químicos ligeros, denominado Big Bang.
 

El Big Bang

A pesar que la teoría del Big Bang es un modelo teórico observacional, suficientemente sólido y considerablemente aceptado entre los cosmólogos, hay ciertos aspectos que, sin embargo, permanecen sin solución:
  • No se sabe qué aconteció en los segundos iniciales tras la Gran Explosión. La contestación se escudriña a través del estudio del universo naciente, uno de cuyos fines es hallar el esclarecimiento a una viable unificación de las cuatro fuerzas primordiales (fuerte, débil, electromagnética y gravitacional).
  • No existe un modelo concluyente de la formación de las estructuras actuales, a partir del Big Bang. La respuesta se indaga por razón del estudio de la formación y evolución de las nebulosas y la expansión del Cosmos.
  • Permanece sin respuesta a qué se debe el hecho de que el universo se expanda con aceleración.
  • Se desconoce, en una gran parte, de que está compuesta la materia oscura y la energía oscura.
  • A partir de aquí, es toda una incógnita la etapa última del universo.

Cosmología alternativa

Se concibe por Cosmología alternativa todas aquellas conjeturas, patrones o pensamientos cosmológicos que se contraponen al modelo “oficial”. Se puede catalogar en tres grandes conjuntos:

Cosmología física alternativa
  • Ambiplasma, o teoría del desarrollo del universo visible a través de la interacción de fuerzas electromagnéticas en plasma astrofísico.
  • Teoría del Estado Estacionario, o creación continúa de la materia.
  • Expansión Cósmica en escala, o teoría del estado constante, que introduce una expansión simultánea de las tres dimensiones del espacio y el tiempo.
  • MOND, o dinámica newtoniana modificada.
 
Cosmología filosófica

La Cosmología, que forma la parte inicial de la metafísica espacial, corresponde a la ciencia del universo y puede definirse como la ciencia del mundo en general; enunciación que no debe deducirse en el sentido de que incumba a esta parte de la metafísica tratar de todas las cosas o seres que fundan la creación, sino del universo calificado como una recopilación de formas finitas; es decir: por parte de su naturaleza y origen, propiedades generales, leyes, elementos y rasgos distintivos o signos más significativos y generales del mundo sensible. De acuerdo con estas premisas, conoce de:

a)   La naturaleza en general;
b)   Los principios fundamentales de los organismos;
c)    Las leyes del medio físico;
d)   Las propiedades de los organismos;
e)   Los cuerpos vivos y animados, por ser partes primordiales de lo visible.

  
Cosmología religiosa

La Cosmología religiosa es una cuestión sensible dentro del ámbito de lo religioso. Las principales corrientes son:
  • El creacionismo; Dios como hacedor único del universo, partiendo desde el vacío.
  • El diseño inteligente; es un creacionismo disimulado.
  • La cosmogonía; explica el origen de universo desde una visión mítica, partiendo desde el caos hasta establecerse un orden de carácter divino.


 
Otras Cosmologías

A lo largo de la historia de los pueblos y civilizaciones mencionaremos, entre las múltiples que han existido (mayas, egipcios, mapuches,…etc.), a la Nórdica por su originalidad y, existe actualmente, a la Budista por su complejidad y “modernidad”.


Cosmología Nórdica

De cómo el universo está formado por nueve mundos o reinos:

  • Midgard, es el mundo de los hombres creado por los dioses.
  • Muspelheim, es el reino del fuego.
  • Niflheim, es el mundo de la oscuridad y de las tinieblas.
  • Asgard, es el reino de los dioses. Odín es su gobernante.
  • Helheim, es el mundo de la muerte.
  • Vanaheim, es el reino de los Vanir o dioses menores.
  • Jotunheim, es el mundo de los gigantes de hielo.
  • Alfheim, es el hogar de los Elfos.
  • Niðavellir, es el reino de los Elfos oscuros, habitado por los enanos.
Y, todos ellos, unidos a través de las ramas y raíces de un fresno gigante e imperecedero, llamado Yggdrasil: el árbol de la vida o fresno del universo. También, se le conoce por el fresno cósmico o árbol de la sabiduría.

 

Cosmología Budista

Es de una complejidad tal que, el mismo budismo, la describe con incoherencia. Se entiende por una Cosmología eminentemente simbólica del espacio/tiempo y desde la visión del iluminado o Buda. Como detalle, a destacar, vislumbra, con extraordinaria anticipación, una de las teorías cosmológicas más actuales: el llamado multiverso o universos paralelos.

 

 

Una primera conclusión

El universo no tiene centro, por lo que cualquier punto es el centro del mismo.

Dentro del universo (de nuestro universo) somos partículas elementales respecto a la inmensidad del mismo; pero, no olvidemos, que somos átomos pensantes proyectándonos hacia el infinito y, como observadores, nos erigimos en centro de este mismo universo.

Por todo ello, nuestro pensamiento, tiende a abarcar la totalidad del COSMOS. En cambio, tanto por el espacio que ocupamos como por el tiempo en el que permanecemos (prácticamente), no somos nada.


Santiago Peña



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