martes, 1 de agosto de 2017

NO SOMOS LAGARTOS NI COCODRILOS


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La supuesta artificialidad de lo creado


Cualquier creación que esté en concordancia con el entorno, evidentemente, no podrá ser considerada una artificialidad, sino, más bien, todo lo contrario: una creación real, y en consecuencia, natural, legítima y bella.

Efectivamente: toda creación será bella cuando sea armónica y, además, se beneficie, a su alrededor, todo un sublime universo de naturalezas comunes.

Un elemento supuestamente bello pero incomunicado será un elemento incomunicado. Indudablemente, la conjeturada belleza debería ser compartida para el deleite del resto de los comunes. Así, todo posible elemento bello pero aislado será un objeto no reconocido y como tal quedará. ¿Será artificial o no? ¡Jamás se sabrá!

Por ese principal motivo, la verdadera (y reconocida) creación, bajo ningún concepto, se podrá catalogar como un artificio.


Por tanto, ¿la sociedad actual está poblada de reptiles o de PERSONAS?


La modernidad nos ha despojado de livianas, y angelicales, alas que, bienintencionadamente, dispuso la primitiva humanidad. Y, a su vez, nos ha cargado con pesadas, y detestables, escamas que nos obligan a reptar, tanto en el papel de víctimas como en el de verdugos. Debemos abandonar la horizontalidad que nos alinea, y esclaviza, y elevarnos en la verticalidad que nos libera e individualiza. Es preciso recuperar las doradas alas que fueron forjadas en yunque de plata a la luz de la luna. Es necesario renunciar a la simple unidimensionalidad y transcender, como mínimo, en la tridimensionalidad...

Ensalzar el espíritu es crecimiento y es elevación del ser; de la PERSONA. No obstante, no debemos de olvidar que vivimos en la materia y que somos materia, somos tierra y somos el horizonte desde el amanecer hasta el atardecer. Somos el agua que empapa la tierra creadora y somos el aire que alimenta el fuego purificador. Somos todo ello, somos materia engendrada, somos potencia creadora, somos fuerza resultante, somos espíritu y somos la unidad encarnada en alma infinita.


Nos elevamos cuando estamos en íntegra sintonía con el entorno


Nuestro microuniverso se funde, se disuelve y desaparece. En ese preciso soplo, el Cosmos está en nosotros. Hemos logrado la armonía universal y por ende la transcendencia. Nuestro yo pierde su significado porque hemos alcanzado el infinito; disolviéndonos en la totalidad de la nada. ¡Somos, a la vez, la nada y el todo!

Fruto de todo ello, vivimos en una “no existencia” que nos confiere el poder del infinito eterno: desde la nada al todo en una fracción de tiempo imperceptible...


Sensaciones de vida, sensaciones de amor,
Sol del alma, sol de la luz,
Ilumina con fulgor, y sin quebranto, nuestro despertar,
Flamígero, y destellante, como el amor.

Muero pero vivo; vivo y muero,
Dolor de vida; dolor de amor,
Nos sentimos vivos porque nos duele…
…¡Nos duele, intensamente, el corazón!


No somos lagartos ni cocodrilos.
Somos música, somos hijos del sol y somos su luz.


Santiago Peña


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