domingo, 31 de diciembre de 2023

SÓLO LA DIVINIDAD PUEDE OSTENTAR LA SABIDURÍA

  
*     *     *

 
Los llamados "sabios", simplemente, comparten la “luminosa” (y aturdida) percepción de su no-sabiduría. Por lo tanto, son conscientes de que no lo son, ni que jamás lo llegarán a ser. Por este cardinal (y “sapiencial”) motivo, el resto de los mortales los “ven”, triste y figuradamente, como a unos sabios ennoblecidos. En verdad son “sabios”, en su manifiesta Bondad, en su inquebrantable Dignidad y en su Íntegra presencia rebosante de Luz.
 
En cambio, de lo único que son, y se “ven”, de ser “sabios” de su propia barbarie. -¡Todo un mérito, para los tiempos que corren!- Todo un mérito de ser unos entendidos de sus propias limitaciones; de su propia ignorancia; de su propio pesar.
 
No obstante, existe una parte, nada desdeñable, de la propia humanidad, que es, supinamente, inconsciente de su presencia en esta (madre) tierra y, por ende, de su (propia y extraviada) ficción existencial.
 
Una pátina de neblina constante, confunden visiones inmaduras; obnubiladas por refulgentes luces de neón. Destellos expertos; directos al corazón. De corazones quebrados, por un certero diapasón. Vibraciones distorsionadas, pero, en una perfecta “sintonización”.
  
Por todo ello, esa humanidad, deshumanizada, no camina: repta; no transita: se arrastra. Nieblas oscuras, evolucionadas en noches sin razón. En ríos de humanas apariencias. En riadas de humanoides enloquecidos. En un consumismo destructivo, ignoto, oculto, en expansión; hasta la mismísima (auto) destrucción. Sólo “el sabio relojero” es conocedor de tan afligida disolución. Sólo Él, y nadie más que Él, es sabedor de los endógenos males de este mundo. De un mundo que no merece seguir siéndolo. -¡Nada merecemos, ni el propio perdón!-
 
Millones de luciérnagas dispersas, marchitas -¡menos que velas!- se desvanecerán en un mar de lágrimas infinitas, de almas (casi) difuntas; en un océano de hogueras exterminadoras. De piras flameantes; alimentadas por males difusos. De males pestilentes; confluyendo en un vacío absoluto. En la nada, por razones obvias, no podrá ser. Permanecerá un inane desierto, sin pensamiento; sin juicio… En una oquedad, distinta. Él, lo sabrá. ¿Del resto? El resto, desaparecerá…
 
Nada quedará, ni el recuerdo del último estertor.

 
Solo Dios es Sabio
 

 

 Santiago Peña
 
 
 *     *     *
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario